Le dolía la garganta, el esfuerzo había sido extenuante, al terminar
la mañana el calor se hacía insoportable, casi hasta quemarle los
pies. Cuando sus ojos se encontraron supo que era uno de los cientos de
hombres y mujeres que atravesaban el pueblo haciendo escuchar sus voces
de descontento y con una leve mueca de sus labios le
correspondió la sonrisa que le dirigía.
El arrasamiento del sector público por parte del
neoliberalismo había tocado la educación, todo el problema era de
financiamiento: Quién pagaba?, Quién la financiaba, Quién respondía por la
educación pública? - Los recursos empezaban a ser asignados en virtud de la
eficiencia y aunque pareciera lógico, el problema era que la educación se
estaba mirando como una mercancía, como un negocio que debía ser rentable,
semejante a una empresa con un gerente que debía vender servicios y mostrar una
gestión. Mientras las estadísticas hablaban de 3.000.000 de niños por fuera del
sistema educativo, para los que se requerían alrededor de 150.000 maestros más,
el gobierno pensaba en disminuir la planta de docentes. La única luz de
esperanza que se avizoraba, era dar en forma unificada, mayores batallas contra
aquellas pretensiones, por eso oriundos y venidos de poblaciones distantes se
daban cita allí y atravesaban el pueblo con ánimo carnavalesco, entonando
rondas infantiles que no hablaban de príncipes encantados sino de ministros
ignorantes, ni de payasos tristes sino de presidentes arrogantes.
Las acciones emprendidas por los maestros planteaban la defensa
de una educación científica, para que por medio de ella, se prepararan
personas con altos conocimientos teórico-prácticos que posibilitaran la mejor
comprensión de la ciencia y de la técnica en su desarrollo más avanzado y
apropiaran la forma de aplicarlo a la producción, en aras del desarrollo que
requería el país. La defensa que se hiciera de este tipo de educación
sería el aporte a la modernización que necesitaba la nación como una premisa
para alcanzar un desarrollo autónomo. En esas circunstancias
estudiantes, maestros y padres de familia estaban comprometidos con la
defensa de la educación pública y ahora coreaban las consignas que se
enunciaban desde los altavoces. El atraso industrial y productivo del país, no
le había exigido al servicio educativo una enseñanza intensiva en tecnología,
cuando en los países industrializados del orbe esta característica de la
enseñanza alcanzaba una prioridad de vida o muerte, allí al contrario con
la política de privatización de la educación pública, se le pretendía
asestar un duro golpe a su existencia.
Un grupo de chiquillos aprovechaba las pausas para jugar entre sus
padres y maestros, y una vez se reanudaba la marcha, los más
grandecitos extendían de manera impecable los listones donde
consignaban las razones que los llevaban a sus escasos años por aquellas
intransitables calles; ahora sus infantiles voces fueron un grito airado en
defensa de su escuela. Le dirigió una mirada al grupo de niños y jóvenes
y se alegró porque se estaban haciendo hombres de bien, hombres que
sabían lo que querían, hombres que tenían en las manos su porvenir.
El trabajo realizado por los maestros en los días preparatorios
a la jornada había dado sus frutos y los jóvenes cuestionados en su papel
a más de recordar el valeroso e histórico papel cumplido por el movimiento
estudiantil de décadas atrás, quienes defendieron con vehemencia la
soberanía nacional en el campo de la educación y la cultura, empezaban a formar
parte de ese contingente comprometido con la tarea de resguardar este derecho.
Se fortalecían las organizaciones que los agrupaban, el país
necesitaba de su concurso para salir adelante y entre todos coordinaban
esfuerzos con el fin de evitar que se consumara la arremetida estatal contra la
educación pública, dictada desde organismos financieros internacionales y acatada servilmente por el
gobierno. Así como el movimiento estudiantil de los setenta, la nueva
generación tampoco iba a renunciar a la utopía de una nación próspera, soberana
y libre. “Nadie era más respetable que quien respaldaba las ideas con sus
actos”, se dijo, y ellos lo estaban haciendo; sus pasos empezaban a
abrir camino y sus voces ya resonaban en un eco a lo largo y ancho de la
nación.
El ánimo festivo de la gente que ahora descansaba en corrillos, era el
parte de éxito de aquella jornada. Las bolsitas de agua ahora con el sol en su
cenit, eran ampliamente solicitadas refrescando los rostros sudorosos y los
labios resecos. Al concluir la marcha, todos se dispersaron en pequeños
grupos, los de más edad aprovechaban y regresaban utilizando el
escaso transporte de que se disponía, otros lo hacían caminando despacio,
sin afán alguno y un último grupo buscaba una sombra donde
tumbarse huyéndole al sol ardiente.
El dolor en la garganta le había disminuido y la voz era ya más clara
cuando la euforia se apoderó de todos. Necesitaba relajarse y lo había
conseguido, las preocupaciones tempranas del día habían quedado atrás. La
concurrencia había sido grande, no ocurrieron contratiempos ni incidentes que
lamentar. Se esperaba un desenlace favorable pronto, las noticias sobre
la magnífica participación en todo el territorio eran alentadoras y el gobierno
tendría que revisar su política educativa.
Un delicioso cosquilleo la estremeció cuando sintió aquellos
ojos clavados en su cuerpo; adivinó que la blusa húmeda de sudor dejaba
traslucir sus lunas de cuarto menguante, y sin parpadear
se quedó contemplando su humanidad. Le pareció un poco más
joven que ella, de un rostro muy varonil donde asomaba una
incipiente barba, y de una mirada incierta que calificó de atrevida,
porque atrevido era quedársele mirando así, como hurgándole entre sus ropas.
Asoció el cosquilleo con las ansias represadas, lo sentía desde la punta de sus
pies hasta las raíces de su cabello, pero lo percibía más intenso
en sus manos, en sus lunas y entre sus piernas y se alejó con arrebato,
mientras con desconcierto veía como el desconocido iba tras ella.
Al atardecer hablaban como viejos amigos. Ella le contaba de los ya
muchos años dedicados a enseñar, años que no habían sido fáciles,
pero la habían forjado y de los cuales guardaba grandes añoranzas. Le
expresó su alegría por los pasos andados, por las metas alcanzadas, por las
satisfacciones, por los rostros plenos de los niños, por el coraje puesto, por
la brega diaria, por la entrega; pero de pronto la asaltó la nostalgia
por los buenos tiempos idos, por lo dejado atrás, por los compañeros, por
el aire puro, por las huellas sobre la hierba, sobre el barro
fresco, en los amaneceres lluviosos, por los ires y venires de la vida. Evocó
su primera escuela, los pies descalzos de los niños campesinos
atravesando caminos para cumplirle a la maestra, rememoró las primeras luchas,
los sacrificios para alcanzar su profesionalización, y ahora
parecía vano tanto esfuerzo. Más que referirle su vida, él se mostraba
interesado en su conversación y las preguntas se seguían una tras otra sin
tregua hasta que se acabaron los interrogantes y un silencio cómplice los
envolvió hasta el amanecer.
Miró los labios entreabiertos que se ofrecían generosos, y los
buscó presurosa. Sus brazos fuertes por momentos la aprisionaban y la
acercaban más como invitándola a sentirlo y a que se preparara para
recibirlo. Mientras ya sus manos buscaban atropelladamente un botón, un
espacio entre el pantalón y su cuerpo, él le susurraba que se
quedara ahí para siempre, y ella en un esfuerzo buscaba nuevamente
los labios, y ya plena se acomodó sin demora.
Cuando cesaron las explosiones del corazón, y ella deslizaba suavemente
la punta de los dedos por su anatomía, él le contaba de un agente de
rentas de su pueblo, un tal Sr. Gaona, que en otra época era el encargado
de pagar las nóminas a los maestros con dineros recaudados por la venta de
licores, y ella descalzándolo y acariciándole los pies, le
preguntaba qué ocurría con el pago si las añejas botellas de licor no se
vendían y le escuchó decir cuando descubrió su selva virgen y
exploraba su espalda atlética, que las botellas igual abandonaban el estanco, y
tuvo que pedirle mayores explicaciones cuando ya arribaba a sus extremidades y
se metía en su ropa, pero detuvo la marcha por que no entendió las
aclaraciones dadas, y no te detengas casi le imploró él y sumisa a la súplica
se perdió en su naturaleza repitiéndole una y mil veces
que desde ya lo amaba, que su sexo le había llegado al alma y él,
que sí, que las botellas eran entregadas como parte del pago, y ya
experimentando el placer infinito de sentirlo hundiéndose entre sus
pliegues se habían hecho la promesa de no permitir que les arrebataran
sus derechos.
Ahora era ella la que le contaba, mientras él ya metía las piernas en
el pantalón, como don Rómulo Guarín apodado “el martillo”
había amasado su fortuna negociando con la nómina de los maestros. Décadas
atrás, cuando los salarios se demoraban y eran cancelados cada tercer o cuarto
mes, por pura y física necesidad se veían obligados a visitar al tal “martillo”
para que los sacara de aquellos aprietos económicos. “El martillo” les compraba
la nómina, -claro, con mucho gusto, estamos para servirle, siéntese, qué se
toma, un tintico, Rosalina para la maestra….y se cobraba por la derecha un veinticinco
por ciento y hasta 30% y la maestra, gracias don Martillo,
no, perdón, gracias Sr. Guarín y “el Martillo”, vuelva cuando quiera, por
aquí la espero. Le acomodó el cabello con los dedos, y le alisó las
mangas de la camisa mientras se despedían con un beso eterno pero ya reposado.
Tantas veces se amaban,
una tosecita que él identificaba como una alergia lo incomodaba, pero la
fastidiosa tosecita no llegaba a alergia y fue
controlada cuando alquilaron un sitio más propicio para sus
encuentros y la timidez de los primeros días desapareció. Después
reinventando malabares de amor, sucumbían a sus ansias
tempranas repitiendo las mismas palabras pronunciadas siempre, pero
con el sabor inédito que les deparaba su pasión.
Desde el día en que
se metió en su cuerpo por primera vez, se reservaba únicamente para él,
sus besos apasionados y su mirada tranquila fueron el imán que terminaron por
hacerle perder su voluntad y se llenó de argumentos para vivir intensamente.
Como preludio a su amor solían comentar la situación del país, la crisis
económica cada vez más acentuada, pero hoy ella le había hablado de las
caravanas de comunidades nómadas que van atravesando los desiertos, de la
vida dura que llevaban debido a la escasez de agua. La
de los oasis era preciosa, tanto que era objeto de trueque y la
denominan el oro líquido, le había dicho. El era su oasis, y como el agua que
allí fluía y permitía crecer la vegetación de dátiles que sustenta la
alimentación de los caravaneros, su amor le daba vida, le había hecho crecer y
florecer, esa era razón suficiente para amarlo. Y así imaginando aquellos parajes
lejanos, exploraban sin afán su propia geografía y bebían
lentamente del agua de sus oasis Cómo no amarlo, cómo no
expresárselo de mil maneras si sólo su ser vibraba por él, si era el
motivo de sus risas, si lo llevaba en cada poro de su piel, si había
hecho revivir en ella la pasión y el placer del sexo con amor, si a él se
entregaba sin reservas ni pudores, si sus luchas eran las de él.
Tenía como siempre necesidad de expresarle la fuerza de su
amor. Una amalgama de sentimientos se entrelazaba y le
reafirmaban que estaba enamorada, le gustaba estarlo; su amor le invadía el
pensamiento y el cuerpo entero transformándolo todo. Se decía
lo fácil que había sido enamorarse de él. Que fácil había sido amar sus
ojos a veces inciertos, a veces profundos, a veces enamorados; fácil
había sido amar sus manos sensibles a la pasión, a la ternura. Fácil había sido
amar su timbre de voz, sus palabras esquivas, y hasta su timidez;
estaba prendida con fuerza de su sencillez, de su pasión, de su calidez, pero
sobre todo del coraje puesto en la lucha. Cuando el destino le había
puesto su cita con el amor, ella había acudido sin temores, más
bien con la certeza de no negarse la última posibilidad de ser feliz; era
tierra fértil y en cierta forma estaba tranquila consigo misma porque no le
había fallado a su corazón.
Cuán largos se le antojaban los días sin él. Era bueno amarle,
le había reportado vivir de nuevo y no podía sino darle gracias a la
vida, por atravesarlo en su camino; y daba gracias al dios Baco, bendito
Baco..... Cuando quedaba sola, cerraba los ojos como todas las
noches de aquellos convulsionados días y luchaba por sentir su tibieza, por
retener las manos enredadas a su cuerpo, por prolongar la ternura que le
producía recorrer su intimidad, por asirse a los labios del que se había
convertido en el depositario de todos sus ardores. Cómo lo extrañaba,
cómo ansiaba su piel que aún lejana la quemaba y aun cuando el amor
empezaba a dolerle, encontró que ese dolor le producía cierto
placer.
Algunas noches después de agotadoras jornadas de agitación entre
estudiantes y padres de familia, y cuando las condiciones eran propicias
para fugarse, se refugiaba en su cuerpo, porque su otra vida iniciaba cuando en
la penumbra llegaba y posaba sus labios en su boca ávida y se
terminaba con el último beso de despedida, con la esperanza de mejores tiempos,
entonces presintiendo sus manos en el rostro, o debajo de la falda
buscando su humedad repasaba una a una las actividades del
día siguiente. Se debía fortalecer en algunos puntos el trabajo
para que tuviera completo éxito, la asistencia a las reuniones aún no tenía la
contundencia de otros tiempos y se debía analizar las causas que la
motivaban. Dando vueltas en su lecho, sin poder dormir, se dijo que la
propaganda oficial había arreciado, que el enemigo era extranjero, que la falta
de conciencia de un sector era otro factor en contra, que las represalias
anunciadas contagiaban el miedo, que las luchas internas debían dejarse a un
lado y antes que el sueño la venciera se convenció de que las condiciones
cambiarían y que con más trabajo el magisterio resistiría.
La grave situación había llevado a los maestros a emprender una
campaña de Desobediencia Civil: se privatizaba la educación, se arremetía
contra todas sus conquistas, se amenazaba con liquidar sus derechos, se ponía
en marcha un plan atentatorio contra la calidad de la educación y pendía contra
su estabilidad una espada de Damocles, con el examen para destituirlos. Y no era
que los docentes se opusieran a ser evaluados, por eso la consigna del momento
era “si a la evaluación, no al examen de destitución”, pues en
realidad, ya se desarrollaban diferentes sistemas de evaluación educativa, una
anual al interior de las instituciones, otra a manera de concurso cuando
se vinculaban nuevos maestros, pero no podían transigir con un examen de
conocimientos y pedagogía cuyo único propósito era disminuir la
planta de personal y racionalizar el gasto público que a pedido de los organismos
financieros internacionales debía realizarse para garantizarles el pago de la
inmensa deuda externa, para cuya cuota exigía se dedicara el cuarenta por
ciento del presupuesto nacional, además significaba destituir cinco mil
maestros cada dos años, despedir a los cuarenta mil pensionados en
ejercicio, chantajear a los profesores con traslados que más parecían una
condena, un destierro, para obligarlos a renunciar; anular la planta de
personal departamental sin reemplazarla. Por eso ante el examen de
evaluación como la forma utilizada por el gobierno para eliminar los puestos de
trabajo y “ahorrar” más recursos, el magisterio decidía no presentar el
examen, no llenar informaciones que abrieran camino a los convenios de
desempeño, no participar en los cursos para las pruebas pilotos, no permitir
la reubicación arbitraria, no consentir la imposición de más de treinta y
cinco estudiantes por profesor, y se disponían a resistir.
Como ninguna otra noche, de las muchas que vivieron su
inagotable pasión, aquella, de pronto se vio hermosamente iluminada
por miles de luces de bengala que adornaron el firmamento y
terminaron metiéndose por los resquicios que dejaban los cristales rotos del
ventanal, en destellos rojos, amarillos, azules y de todos los
colores engalanando aquella furtiva habitación. Qué espectáculo más
hermoso contemplaron sus ojos. Las luces la obnubilaron. Una tras otra iban
formando figuras que con la oscuridad se tornaban más llamativas. Pero casi a
la par de los miles de destellos, retumbaban en sus oídos los sonidos de
las tantas explosiones, también casi al tiempo estas luces se extinguían.
Las centellas que fulguraban sólo les habían regalado su belleza
fracciones de segundo, pero sólo esos efímeros instantes bastaron para
enceguecerla con su luz, y luego cuando menos lo esperaba.... la noche había
quedado aún más negra que siempre. Su corazón le dolió en el pecho
y enrollándose entre sus brazos trató de alejar los negros
presagios que la sobrecogieron. Platicaron de la anunciada visita del
ministro de educación a la población y cómo la desobediencia civil se
haría efectiva para la fecha prevista, de manera que se sintieron
satisfechos que como los dos, el magisterio no asistiría a los actos protocolarios
preparados por las autoridades municipales, pues entre los maestros el ministro
se consideraba persona no grata y la no presencia de la
comunidad educativa era una forma de desaire y de ejercer en la práctica la
desobediencia civil, ya que no bastaba portar el botón con el cual
identificaban su rebeldía. Mientras conversaban, sin proponérselo había
divagado sobre su amor y tuvo que admitir que aunque el espectáculo fuese breve
bien valía la pena, porque como el aire y el viento que lo invaden
todo, él también le había invadido su cabeza, su cuerpo, su pensamientos, sus
alegrías, su risas, sus ansias, sus sentidos todos; para entonces su fragancia
excitante, luego sus manos ardientes recorriendo su cuerpo, sus
labios, y su animal al acecho en espera de una caricia terminaron por
reconciliarla con la vida.
La contundencia de
la realidad que en ocasiones lleva a sus protagonistas ante dilemas
inesperados, habría de enfrentarla con uno de ellos. La táctica de
desobediencia civil estaba en entredicho con la nutrida presencia de maestros
entre los asistentes al acto de bienvenida de la comitiva ministerial. A
pesar de la claridad ganada en las contiendas libradas al lado de los obreros,
ahora que la lucha de clases se estaba reflejando en las filas del magisterio,
su fortaleza se resintió por un momento, y sin detenerse en un análisis que
para el momento le resultaba pueril, avanzó resuelta entre la multitud. Los
altoparlantes anunciaban el pronto arribo del ministro entre notas musicales
intraducibles, los estudiantes presentes recibían las últimas instrucciones de
algunos maestros para que nada fallara al momento de rendirle
honores al invitado; las danzas típicas y los cantos autóctonos harían
parte del acto cultural preparado.
Casi corriendo atravesó la plaza, la tarima dispuesta frente al busto
de Carlos Martínez Silva, donde se apostaban los asistentes, se le antojó
levantada allí para homenajear a quien no lo mereció nunca y pensó
que la mole de cemento derribada al amanecer de un primero de mayo no debió
ser nuevamente colocada, pues con su beneplácito, había contribuido a la
separación de Panamá, pero igualmente no era el momento para semejantes
divagaciones, por eso con premura plasmó con mano temblorosa lo que
de tiempo atrás se había propuesto defender.
Ya frente a la palestra con la ayuda de tres de sus
compañeros, los rollos de cartulina se desplegaron en el instante en que la
delegación era recibida con aplausos. Los discursos de las autoridades
departamentales y municipales avalando la política ministerial se
siguieron unos a otros, que gracias Sr. ministro por los veinte computadores,
que Sr. Ministro bienvenido, que muy bien por los Convenios de Desempeño
Sr. Ministro, que las directivas ministeriales son las más acertadas, que
congratulaciones, que la medalla, que la placa, que la cinta, que…. a
continuación la intervención del Sr. Ministro de Educación, Dr. Dagoberto
Bula. Ahora allí en medio de la plaza, sólo un instante antes que
el huésped de honor pronunciara su catilinaria, sin titubear
dejó escuchar su voz, un grito rasgó la tarde y se alzó para condenar las
políticas educativas que pretendían desmantelar la educación pública y
arrebatarle los derechos a miles de su misma condición.
Sólo instantes después, a la fuerza fue conducida afuera de la plaza y
su voz era ahogaba con canciones que nadie entendía. Sintió la caricia del
viento en su rostro, agosto entraba con fuerza; le pareció que el
cielo gris se había tornado en un azul profundo, acompañado de un resplandor intenso
abrasador, como presagio de las cometas, de las risas y de la
alegría de otros tiempos que volverían para quedarse siempre. De lo único que
quizá podía sentirse culpable, era por amar con locura, pero nunca por condenar
la injusticia, la arbitrariedad y
la explotación.
En medio de la calle, repasó los versos de su canción preferida, la
tarareó suavemente; ya tenía destinatario y el viento lo sabía:
El día le sigue a la noche
la calma a la tempestad
y a la opresión de mi pueblo
seguirá su libertad.
Es la ley del universo
que rige en el mundo entero
nadie la puede cambiar
nadie la puede cambiar.
Que avance, avance la noche
avance la oscuridad
que detrás de las tinieblas
vendrá ya la claridad.
Nunca fue más negra
la noche negra
que cuando está cerca, la claridad.
El material de los barcos
y el alma de los partidos
no se prueban en la calma
sino en plena tempestad
y los hombres que militan
en el partido obrero
ellos son hombres de garra
ellos son hombres sinceros,
ellos tienen pura el alma
como un diamante pulido,
ellos son como titanes
duros como el pedernal,
que no cambian de color
ni en invierno ni en verano,
que se forjan en la lucha
al fragor de las batallas,
como se moldea el acero
cuando se mete en la fragua.
Nunca fue más negra
la noche negra
que cuando está cerca, la claridad.
Para cuando tarareó el último verso del cantautor Carlos Riaño, las
canciones indescifrables emitidas por los altavoces momentos antes, eran
acalladas por las voces fuertes de manifestantes, eran gritos
de protesta.
CON MOTIVO DE LA PRETENSIÓN DEL GOBIERNO DE IMPONER A LOS MAESTROS DEL 2277 UNA EVALUACIÓN SANCIÓN, ESCRIBÍ MI PRIMER CUENTO. DE ESO HACE YA TRECE AÑOS. LA REVISTA EDUCACIÓN Y CULTURA LO PUBLICÓ EN EL AÑO 2000 (No.43). AUNQUE NO PENSÉ PUBLICARLO EN MI BLOG, HOY CREO QUE ESTÁ MÁS VIGENTE QUE NUNCA Y LO COMPARTO COMO UN TRIBUTO A TODOS LOS MAESTROS SANGILEÑOS.
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ResponderBorrarLa historia es cíclica, pero con inteligente participación podemos cambiar el modelo cíclico de perpetuación de poder- en todas las esferas- a la revolucionaria consecución de lo justo comunitario.
ResponderBorrarCompañera; sus creativa pluma y la realidad se confunden. Miguel Hernández dice al respecto " es la llamada premonición de artista"