Bastó un invierno
para que perturbaras el resto de mis noches y días
bastó un invierno
para extrañarte toda la vida,
un invierno para besar tus defectos,
para lamerte las heridas del pasado
y esperar agazapada entre mis libros tu adiós.
Bastó un invierno
para que mi piel ardiera a fuego lento,
bastó un invierno
para abrazar la dureza de tus silencios,
un invierno para saborear tus pecados,
para deshojar mis entrañas pródigas
huyéndole al adiós que tarde o temprano pronunciarías.
Bastó un invierno
para sufrir las espinas de la pasión consumada
bastó un invierno
para entender que, por más empeño, el deseo y el amor no van
de la mano siempre,
un invierno para que me destrozaras el corazón,
para espantar los miedos
y aún con las alas rotas, ser quien diga adiós.