martes, 25 de junio de 2013
miércoles, 19 de junio de 2013
lunes, 17 de junio de 2013
miércoles, 12 de junio de 2013
COLORES DE CARNAVAL. (Cuento)
Cuando doña Antonia regresó con la leña, su marido se encontraba
sentado junto al fogón esperando una buena taza de café cerrero colado por
ella. El anciano escupió el tabaco que empezaba a masticar, le dio dos golpes
suaves al viejo Sanyo, y la voz ronca que se escuchó saludó a los oyentes,
envió montones de mensajes a los pobladores de la región y su voz se silenció
luego para dejar oír un aire musical autóctono. Don Vicente apuró el
último sorbo de café cuando el hombre de la radio repetía el número del premio
mayor de la lotería. Levantó el receptor y lo colocó junto al canasto
de las arepas lejos de los ratones, sin dejar de darle por segunda vez dos
suaves golpes; 328, 3 de abril de 1928, dijo en voz alta cuando ya salía
de la cocina con otra taza de café negro.
Mientras su mujer, casi pegada a la espalda, con singular destreza
sembraba puñados de semillas, el campesino con movimientos lentos pero rítmicos
dejaba hundir el azadón sobre el barro fresco; a pesar que la fina llovizna
caída durante la noche anterior hacía más penosa su labor, eso ya poco le importaba.
Ahora divagaba sobre el destino que tendrían aquellos centavos que la
providencia en buena hora le enviaba.
Lo primero que el anciano pensó, fue en abonar al crédito que había contraído
con el Banco Agrario dos años atrás, la misma entidad bancaria que le había
rematado la tierra a su compadre Facundo, luego llegaron a su mente
los nietos y sus deseos de continuar los estudios en el pueblo y
casi enseguida lo asaltó la idea de construir la ermita con la que
su mujer se había empeñado cuando le hizo la promesa a la virgen de los Dolores
de levantarle un altar si le curaba al menor de los hijos, pero la desechó
rápidamente. Por último, pensó en ayudar a su hermano Tobías condenado a varios
años de cárcel por comprar dos novillos que resultaron ser hurtados. Al caer la
tarde se había olvidado de su hermano, de sus nietos, de su mujer, y
se sumergió en otros sueños febriles desperdigados en el tiempo,
casi relegados en el olvido que se le insinuaban primero
tímidos y poco después reclamándole con la urgencia propia de quien vive para
cumplir un íntimo deseo y no de un viejo que espera morirse para acallar
sus culpas.
Dos veces por semana don Vicente bajaba al pueblo a vender lo que aquella
tierra cansada le proporcionaba, después compraba el poco mercado que le
permitía la venta de los escasos productos. Mientras esperaba el camión que lo
llevaba de regreso a su parcela, se entretenía observando el parloteo de
aquellas mujeres de colores alegres y risas estrepitosas que
parecían estar siempre de fiesta, apostadas en la aceras y en las esquinas de
la plaza, esperando con quien compartir un rato de amor; entonces se contagiaba
de su alegría y se le antojaban diosas y las coronaba, con ramas de
cafetal florido a las más jóvenes, con lirios y azucenas a las más gordas, con
collares de limoncillos a las más bajitas, y con hierbas medicinales a las
mayores, y al borde del delirio imaginaba como entre todas lo bañaban en tinas burbujeantes
de leche y miel.
El resto de semana el abuelo se sintió prisionero en su propia casa. Doña
Antonia, creyó que otra vez estaba enfermo, su corazón se le notaba agitado y
sin decirle nada lo obligó a tomarse en ayunas un zumo de descansé y
toronjil endulzado con panela El domingo, el anciano amaneció de buen
humor y hasta le prometió a su mujer traerle el jabón de tierra para que no tuviera
que bañarse con el jabón de lavar la ropa. Quería terminar más pronto y
vendió los tubérculos sin menudear, aligeró la compra del mercado
sin acordarse del jabón de tierra para su mujer, luego con el corazón a
punto de estallar, tomó el pequeño botín que le entregara el lotero y sin
encontrar las palabras apropiadas para hacerse entender de un boticario, le
contó de las musas que lo bañaban con miel y leche en tinas burbujeantes, de
sus pechos henchidos y sus risas desabrochadas, de no encontrar fuerzas para seguir
resistiendo tanto tormento, de no poder soportar más aquella vigilia, y
en fin de los ardores de la vejez que habían decidido por él. Don Vicente
se sintió atolondrado y sin más espera sacó de la mochila el aguardiente
para el frío, sentía la garganta reseca, apuró el licor y se tragó la
hombría que le vendiera el boticario, bebió sin pausa hasta el último
sorbo y se perdió entre el bullicio de aquellas mujeres vestidas
de carnaval.
jueves, 6 de junio de 2013
EFLUVIO. (Poesía)
He de remontar sus playas
Esconderme en sus
virginales pliegues
Descubrir su más íntima
fragancia
Y convertirme en su único
catador.
Bebiendo de sus febriles
aguas
He penetrado sus dominios
Y robando pedazos de su
tibieza
Me he revolcado en su
arena tibia.
Playa incomparable donde
sólo mi ser vibra.
miércoles, 5 de junio de 2013
lunes, 3 de junio de 2013
domingo, 2 de junio de 2013
FECUNDIDAD. (Poesía)
Te veo revolotear, vienes
despacio
Buscas tierra fértil, te
ofrezco la mía
La tomas y siembras en el
quicio de la noche,
En la orilla del silencio,
En la esquina del
murmullo.
Vuelves a revolotear
Y deambulando por el
espacio me quitarás la vida
Y entre espasmos de
agonizante
La vida me devolverás.
sábado, 1 de junio de 2013
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