No le temió a la
turbulencia
De aquel tropel de
emociones,
Omitió a conciencia las señales de peligro,
A plena luz navegaba a tientas,
Sólo respondía al llamado urgente de la carne
Ávida de placeres ahora que la soledad la aplastaba,
Presagió los delirios de la pasión
Avenidos como fuertes cimbronazos en el costado,
Se entregó confundida por un mar de prolíficas caricias
Sin negarse una sola de ellas y sin resquemor alguno,
Encubría con besos y fiereza los estragos de los años
Mientras arrastraba sus pies, su magia, sus letras, su
nombre,
Por un amor anónimo, cobarde, de buffet,
Ya al borde del abismo,
Apartó, sin casi aliento,
Las brasas ardientes bajo las plantas de sus pies
Y entre sorbos de nostalgia y cabernet
Encaró su empecinado pecho,
Lo colmó de reproches
En una interminable noche de pesares
Y al amanecer, con el corazón hecho pedazos,
Sin atender razones,
Seguía encadenada al narciso de sus desvelos.