Tengo un
diccionario anónimo
donde el
significado de libertad
es un extranjerismo confuso.
un reloj suizo
para las horas
muertas de tedio
entre poesía, humo
y sorbos de vino,
y un viejo maletín
con libros de bolsillo
que solía
alquilar a la entrada del teatro
siendo apenas un
niño,
ostento más con
pesadumbre que orgullo
un apellido ilustre por el que un juez
ante los tribunales me obligó a comparecer,
tengo una
herida de amor
que no ha querido
cicatrizar
y que quema de
cuando en vez,
conservo una
fotografía apolillada de Muhammad Alí,
un discurso vigente
de Gaitán
y canciones
inéditas de Mercedes Sosa,
además, un diploma
colgado en la
pared
que no he podido ejercer,
y un ajedrez
con la reina
decapitada
en una partida con
un maestro burgués
guardo así mismo,
una manta de mi madre
tejida mientras
esperaba a su hijo ausente
en la soledad de su
vejez
también poseo una
daga
para desbrozarme
del pecho las tristezas
por los
sueños que no pudieron ser,
una colección de esquelas
y cartas
testigos mudos
de pasiones clandestinas
de tan solo ayer,
y una
cafetera de hierro
que exhala
suspiros al anochecer
esperando una amante
que no ha de volver.