Un
silencio insondable
ciñe
la noche
y te alucino en
lechos ajenos
donde en azaroso
preludio
te trenzas en
efluvios
que sólo
agonizan con la aurora
y simulando acaso
una sorda orgía
te inquiero en otra
piel.
El azaroso
espejismo
tiñe de melancolía
el néctar de tu
beso
ahora profano
por anónimos
labios
henchidos de
lujuria
en tanto mi boca
se duele de
orfandades
y en sigiloso
arrebato
he de tornarme
perjuro.