La batalla se fraguó de manera inesperada,
Y fue épica, aunque
no fue una contienda mitológica.
Ésta fue una batalla interior,
De las que se libran con el corazón en sangre viva
Fue su propia cruzada,
Intensa y a muerte consigo misma.
Al final de la batalla
Había descartado la póstuma soledad liberadora,
Y entre la penumbra ignota
Y la claridad del alba, escogió la oscuridad
Eligió el grito ardiente,
La mirada pagana,
La boca perniciosa
Los huesos perros
Y los placeres peregrinos.
Ante el abrazo cansino
Y el cariño hecho costumbre,
Se inclinó por el suplicio de la pasión insensata;
Aún con la certeza que ardería palmo a palmo por siempre,
Eligió el fuego de una noche efímera, a morir en vida.
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