A este silencio siniestro
le urgen palabras decididas
no vocablos mendaces
que propagan crudezas
envueltas en confites
proclives al engaño.
A este silencio homicida
le apremian voces resueltas
no sentencias indulgentes
cómplices de latrocinios
ni frases de cajón
acalladas ante el primer latón.
A este silencio de muerte
le falta tu voz y mi voz.
No más cantos mutilados
no más los labios sellados
si no es por el beso ardiente
que se espera con ansia
al cruzar el umbral.
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