Para que las espinas no ardan en tu pecho
Ni laceren tus senos en capullo
Y tu ser de gaviota domine los confines,
Para que el frío no abrace tus recuerdos
Ni te agobie en solitarias madrugadas
Y tu mirada abrigue siempre la
esperanza,
Para que tus pasos no tropiecen
Ni la espesura te aleje de la senda
Y en firmes rocas tus huellas se dibujen,
Para que no aflore el llanto
Ni la voraz pesadumbre se adueñe de tus
días
Y una mañana de tus entrañas brote pródiga la
vida,
Para que la espada no traspase tu
alegría
Ni se calcine tu franca
rebeldía
Y tejas con tesón los sueños rotos.
Que no diera yo por abrigar tus penas, porque
rías.
Acaso temprano
Convertida ya en aventurera
Ajena a consejos y diatribas
Te haces dueña de dolores y agonías
Recia niña mía.
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