La fogosidad de su mirada
Ahora atrapada en unos ojos
Que se le antojan impávidos,
Su pecho ansioso de gritos de batalla
Sometido de pronto
A los jadeos acompasados
De una maltrecha reciedumbre,
Obraron en el desengaño.
Ante la sequía de aquellos labios
Que ayer cálidos hoy le anunciaban traiciones,
Ante la ardiente promesa de Eros
Convertida en inocua palabrería,
Airosa se alejó del hastío
Se abandonó a la lujuria de otra piel
Se enredó en los laberintos de nuevas pasiones
Se enfrentó al escrutinio puritano
Se borró el rótulo de sexagenaria
Y como correspondía a su condición
Libre y temeraria
Dio rienda suelta a los amores otoñales.
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